El dolor crónico es una de las manifestaciones más debilitantes del lipedema. A diferencia de otras condiciones donde el dolor puede ser intermitente o desencadenado por factores externos, en el lipedema el dolor es constante, difuso y muchas veces malinterpretado por los profesionales de salud. Este dolor no solo impacta la movilidad y las actividades diarias, sino también el estado emocional y la calidad de vida del paciente.
La causa del dolor crónico en el lipedema es multifactorial. Por un lado, el tejido adiposo inflamado presiona terminaciones nerviosas, generando hipersensibilidad al tacto. Por otro, la retención de líquidos y la mala circulación aumentan la tensión en los tejidos, lo que se traduce en molestias persistentes. Además, las microlesiones en los vasos capilares contribuyen a la formación de hematomas, que incrementan el dolor localizado.
El tratamiento del dolor crónico en el lipedema requiere un enfoque integral. Las terapias físicas, como el drenaje linfático manual, el uso de prendas de compresión y la fisioterapia adaptada, pueden aliviar significativamente la presión sobre los nervios y mejorar la movilidad. También es beneficioso incorporar ejercicios de bajo impacto como el yoga terapéutico, la natación y las caminatas suaves.
La dimensión emocional del dolor tampoco debe ser subestimada. El acompañamiento psicológico ayuda a gestionar el estrés, la ansiedad y la frustración derivados del dolor constante. La terapia cognitivo-conductual ha mostrado resultados positivos en la modulación de la percepción del dolor.
Abordar el lipedema y el dolor crónico de forma conjunta permite una mejora global del estado físico y mental, ofreciendo al paciente la posibilidad de recuperar el control sobre su cuerpo y su bienestar.