El lipedema tiene una relación directa con la circulación sanguínea, ya que la acumulación desproporcionada de tejido adiposo en piernas y brazos puede generar una compresión mecánica de los vasos sanguíneos. Esta condición provoca una circulación venosa dificultosa, dando lugar a síntomas como pesadez, cansancio, dolor crónico e incluso varices o telangiectasias (arañas vasculares).
Una circulación deficiente implica un menor aporte de oxígeno y nutrientes a los tejidos, lo que puede agravar la inflamación y dificultar los procesos de regeneración. Además, el retorno venoso comprometido, especialmente en extremidades inferiores, favorece la retención de líquidos, la aparición de hematomas espontáneos y el edema. Todo esto genera un círculo vicioso que incrementa el malestar general del paciente y limita su calidad de vida.
Existen diversas estrategias para mejorar la circulación sanguínea en personas con lipedema. El ejercicio físico moderado y de bajo impacto, como la natación, el yoga o caminar, estimula el retorno venoso y linfático sin provocar sobrecarga articular. Las prendas de compresión médica graduada son otro pilar en el tratamiento, ya que ayudan a estabilizar los tejidos y a mejorar la presión venosa.
El drenaje linfático manual, aunque se centra en el sistema linfático, también tiene efectos positivos sobre la circulación sanguínea, ya que promueve el flujo de líquidos a través de los tejidos. Complementar estas medidas con una alimentación antiinflamatoria, rica en antioxidantes y baja en sal y azúcares, contribuye a la salud vascular general.
Por último, es esencial contar con un seguimiento médico continuo para detectar y tratar posibles complicaciones circulatorias, como la insuficiencia venosa crónica. El manejo del lipedema y la circulación sanguínea debe ser personalizado y supervisado por profesionales especializados.