El lipedema es una enfermedad crónica que impacta más allá de lo físico. Además de dolor, inflamación y movilidad reducida, afecta la autoestima, la salud mental y la vida social. La acumulación anormal de grasa en piernas y brazos genera incomodidad constante y puede comprometer la rutina diaria de quienes lo padecen.
Uno de los principales retos es el subdiagnóstico. Muchas mujeres conviven con síntomas durante años sin respuestas claras. Esto refuerza el estigma, incrementa la frustración y deteriora la calidad de vida. Por eso, el abordaje deve ser integral: físico, emocional y social.
Asociar terapias físicas como drenaje linfático manual, prendas de compresión, fisioterapia especializada y ejercicios de bajo impacto —como natación o caminatas— mejora la circulación, alivia el dolor e incentiva a manter la movilidad. La alimentación antiinflamatoria también contribuye al equilibrio metabólico y al control de síntomas.
El acompañamiento psicológico e inserción em grupos de apoyo son igualmente fundamentales. Compartir vivencias, sentirse escuchada y obtener informação de calidad empodera a las pacientes y favorece su bienestar.
En resumen, mejorar la calidad de vida de quien tiene lipedema es posible con un plan multidisciplinar centrado en la paciente, información confiable y empática, y acceso a tratamientos adecuados.